Gritos, abucheos, silbidos... Parece mentira, pero quien entraba en la sala no era el político de turno, ni el delantero que había fallado los goles clave para ganar un campeonato, ni siquiera el clásico personaje desagradable y antipático. Era la top model alemana Claudia Schiffer, y llegaba con la sonrisa puesta en su cara angelical... pero una hora y media tarde. La culpa, dijo, del avión y de la maquilladora, pero a los chicos de la prensa ya no les cuelan estos gestos de diva, ni aunque vengan de una guapa oficial.