La mano de un caballero,
de un caballero mundano,
cortó una orquídea preciada,
que en el tibio invernadero
del gran parque cortesano
creció cual niña mimada.
Y la llevó a los salones
donde, entre danzas y gritos,
la tiestas mundana hervía
con todas las tentaciones
y todos los apetitos
que Satanás encendía