Después de la caída de Tenochtitlan en 1521, el Templo Mayor fue destruido casi en su totalidad y sobre sus ruinas se edificaron las casas de dos conquistadores, los hermanos Ávila. En 1566, estos hermanos fueron hechos prisioneros junto con Martín Cortés -hijo del conquistador Hernán Cortés-, por conspirar contra la Corona española.
Los Avila fueron sentenciados a muerte y decapitados. Sus casas fueron demolidas y el terrenos se cubrió con sal, según establecía la sentencia. El predio quedó abandonado durante muchos años y fue utilizado como basurero. La placa que se observa en este punto del recorrido, esculpida en el siglo XVI, narra los acontecimientos.
Tiempo después, las propiedades de los Ávila fueron otorgadas en usufructo a la Universidad Real y Pontificia para que allí se edificara su sede. Este proyecto nunca se realizó y los terrenos pasaron después por varios dueños. En el año de 1928 se instaló en este lugar la antigua Librería Robredo que fue traspasada en 1934 a José Porrúa e hijos.